La escucha activa es una habilidad imprescindible y a la vez extraordinaria, cuando es utilizada adecuadamente facilita las relaciones con las demás personas, a la vez ayuda a afianzar la confianza y la seguridad y permite que haya un mejor entendimiento. Sin duda alguna, tener una escucha activa nos ayudará en todos los ámbitos de la vida y en la práctica docente será particularmente beneficiosa para mejorar las relaciones con los estudiantes, ser más asertivos y efectivos en crear ambientes de aprendizaje resonantes o libres de amenazas o peligros para ellos.

La escucha activa no se trata solo de oír, o sea percibir sonidos a nuestro alrededor, sino más bien escuchar, o sea, prestar atención a lo que se está oyendo, cuando hablamos de escucha activa hablamos de prestar atención de manera intencional, sostenida, interesada y exclusiva a lo que una persona nos está diciendo o comunicando.

Carlo Rogers, psicólogo estadounidense, fue quien dio paso a este concepto y hace referencia a la capacidad del individuo de escuchar a otro de manera sensible, teniendo plena conciencia de lo que se está comunicando y siendo intencional y esforzado en captar con exactitud cada detalle dicho.

Nosotros creemos que escuchamos, pero muy raramente escuchamos con auténtica comprensión, verdadera empatía, aunque el escuchar de este modo verdaderamente especial es una de las fuerzas más potentes para el cambio que yo conozco”. —Carl Rogers

La escucha activa es vital para poder crear relaciones armoniosas en entornos educativos, es imposible que podemos apelar a las emociones de los estudiantes sin escucharles atentamente. El docente necesita saber cómo se sienten, qué piensan, qué les puede estar afectando, rara vez en el entorno educativo se escucha a los estudiantes, siendo ellos la principal razón de la existencia de la escuela.

El cerebro aprende primeramente por la emoción, y luego por la razón. Sin embargo, generalmente se quiere educar a los estudiantes desde el punto racional dejando las emociones de lado y el cerebro simple y sencillamente no funciona así. Un estudiante que no se siente escuchado, valorado o tomado en cuenta puede llegar a interpretar cualquier actividad educativa como una amenaza, y es aquí cuando el cerebro reptiliano (supervivencia) reacciona en modo lucha o huída pudiendo provocar procrastinación, bajos niveles atencionales e inclusive una inhibición de acción en los estudiantes.

La escucha activa promueve ambientes de aprendizaje óptimos para los estudiantes.

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Niveles de escucha

Existen tres tipos o niveles de escucha y es crítico conocerlos, quizás pensamos que estamos escuchando activamente a nuestros estudiantes cuando tal vez no sea el caso.

Escucha superficial: en este nivel la atención no está centrada en lo que la otra persona está comunicando ni tampoco en la persona como tal. Se escucha y se presta atención solamente a lo que es del interés personal, o sea, que dice la otra persona que me guste o se asocie a algo que “merezca” prestarle atención. Es una escucha egoísta que generalmente está acompañada de gestos que demuestran la falta de interés, por ejemplo, ver el reloj constantemente, moverse rápidamente como deseando que la conversación termine, fruncir el ceño, volver a ver para todos lados menos, no ver a la persona a los ojos, entre otras similares.

Escucha atenta: este nivel se conoce como atención consciente ya que la atención está centrada en el interlocutor. La conversación va en dos vías, hay participación, contacto visual, se hacen preguntas y se muestra una buena atención sostenida durante la conversación.

Escucha activa: este nivel se conoce como “escucha 360º”, la persona es capaz de intuir los sentimientos de la otra persona. Intervienen el lenguaje verbal, corporal y el paraverbal (ritmo, tono, volumen, pausas, energía). En este nivel de escucha la persona se dispone para estar totalmente presente para la otra.

Cuántas veces en el entorno educativo hemos prestado realmente atención a lo que un estudiante nos dice, quizás solo escuchamos de manera superficial porque estamos atendiendo otras cosas que parecen ser más importantes. Dentro del entorno educativo, tanto a nivel profesional como vocacional, los estudiantes siempre deben ser lo más importante, y por lo tanto, habrán momentos donde ellos merecen que nos detengamos de nuestras labores, muchas veces administrativas, y dedicarles el tiempo necesario. No olvidemos que muchos de ellos están lidiando con desánimo, frustración, tristeza, apatía entre otras.

Tal vez te puedas estar preguntando qué tiene que ver esto con tu labor docente, tal vez pienses que tu labor es solo la de enseñar una materia y apegarse al currículum escolar, la verdad es que nuestra profesión en estos días va mucho más allá de eso, debemos estar preparados para desarrollar inteligencia emocional en los estudiantes, debemos entender la relevancia de crear ambientes cerebro compatibles y debemos entender que estamos educando para la vida de manera integral.

Los docentes que por lo usual recordamos con más cariño fueron aquellos que dieron la milla extra por nosotros, los que sacaron tiempo para escucharnos o ayudarnos con un problema, los que nos dieron palabras de ánimo o un regaño cuando era necesario, aquellos que nos escucharon activamente. La pregunta es qué tipo de docente queremos ser, uno que deja huella o uno que solo se preocupa porque los estudiantes pasen los exámenes de mi materia.

Consejos para mejorar la escucha activa:

  • Disponerse a estar presentes física y emocionalmente y poner atención de manera intencional, quitar los distractores por un momento y concentrarse en el momento.
  • Ser empáticos, ponernos en los zapatos de la otra persona.
  • Demostrar amor e interés auténtico: es imposible tener una escucha activa con algún estudiante sin realmente preocuparnos por ellos y mostrarles amor y respeto, debemos educar con el corazón.
  • No juzgar ni justificar, debemos reconocer lo que se nos está comunicando con una mente abierta, respetuosa, comprensiva y compasiva para poder apoyar al estudiante de la mejor manera.
  • No interrumpir, respetar los silencios, ser paciente. Esperar el momento oportuno para hablar.
  • Validar la información cada cierto tiempo, asintiendo con nuestra cabeza o usando expresiones como “ajá” o “ah” y preguntando si algo no ha quedado claro.
  • No ofrecer soluciones prematuras ni contar nuestras experiencias personales al menos que sea completamente necesario para ayudar al estudiante a entender mejor lo que le está sucediendo.
  • Nunca rechazar los sentimientos o emociones, no es bueno decir “tranquilo eso no es nada”, aunque para nosotros nos parezca que no es nada para el estudiante quizás no lo sea, debemos saber respetar y entender eso, todos somos distintos y los estudiantes están en un proceso madurativo completamente diferente del nuestro.

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